En
el principio los destellos de luz salían de la manos del señor, ávido, inquieto
como niño, relámpagos estremecían los confines del universo; emisiones de amor
eterno, como flor en el campo se abría su corazón; sus tejidos sirvieron de
barro, trepidando con sus dedos marcaba una huella indeleble y con su aliento
de mil jardines gestaba la vida en aquel ser que llamaría su hijo, su especial
tesoro, su sueño.
Salmo
104
1 Bendice, alma
mía, a Jehová.
Jehová Dios mío,
mucho te has engrandecido;
Te has vestido de
gloria y de magnificencia.
2 El que se cubre
de luz como de vestidura,
Que extiende los
cielos como una cortina,
3 Que establece
sus aposentos entre las aguas,
El que pone las
nubes por su carroza,
El que anda sobre
las alas del viento;
¡Bendiciones!
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